
La guerra de precios que se desató en Brasil ha generado una creciente preocupación entre los consumidores. En medio de un fuerte aumento en el precio de los alimentos y la gasolina, el país se enfrenta a un panorama económico incierto. En enero, el índice de precios al consumidor (IPCA-15) mostró una subida del 0,11%, impulsada principalmente por el sector alimentario. El café, uno de los productos más emblemáticos de Brasil, alcanzó su precio más alto en 50 años debido a factores como la sequía y el aumento de exportaciones.
A esta problemática se suman los aumentos en los precios de la gasolina y el gasóleo, que subieron un 7,1% y un 5,3%, respectivamente. Este aumento se atribuye al incremento del impuesto sobre la circulación de bienes y servicios (ICMS) en los estados brasileños. Además, Petrobras anunció que el precio del gasóleo subiría un 6,89%, lo que impactará en los costos de transporte y, por ende, en el precio de las mercancías, especialmente los alimentos. Las ciudades de San Pablo, Goiânia y Campo Grande, donde los precios de la carne de vacío han aumentado un 31,32%, se han visto especialmente afectadas.
El aumento de los precios ha tenido un impacto negativo en la popularidad del gobierno de Lula, con un 49% de desaprobación, según las encuestas. La guerra de precios también ha generado tensiones en el Ejecutivo, que estudian diversos para controlar la inflación, como la reducción de las tarifas de importación y el aumento de la oferta de productos a través de un nuevo plan agrícola nacional. Sin embargo, las propuestas han generado polémica y el gobierno ha tenido que retractarse de algunas decisiones, como la flexibilización de las fechas de caducidad de los alimentos.
Mientras tanto, el aumento del dólar frente al real ha exacerbado la crisis, afectando aún más los precios internos y generando incertidumbre económica. El Banco Central ha tenido que subir la tasa Selic al 13,25% para contener la inflación, pero los analistas advierten que la situación podría empeorar en los próximos meses. Con una deuda pública en aumento y un déficit en las empresas estatales, la crisis económica continúa impactando directamente en la vida cotidiana de los brasileños, dejando a muchos con carritos de la compra más vacíos y dudas sobre el futuro.