
La tasa de fecundidad global está en declive, afectando a casi todos los países del mundo. En muchas naciones, ya se registran más muertes que nacimientos, lo que ha impulsado a los gobiernos a implementar incentivos y subsidios para amortiguar esta tendencia. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la caída en los nacimientos continúa, marcando un cambio demográfico que podría tener consecuencias profundas a nivel global.
Países como Hungría han tomado medidas agresivas para fomentar la natalidad, como eximir a las mujeres que tengan hijos antes de los 30 años del impuesto sobre la renta. En Italia, algunas clínicas han comenzado a cerrar sus salas de maternidad debido a la falta de nacimientos. Incluso en países como Estados Unidos y Corea del Sur, donde antes había una alta demanda educativa, ahora hay aulas vacías y universidades que no logran completar sus matrículas.
Japón, uno de los primeros países en implementar políticas para incentivar la natalidad desde los años 90, sigue enfrentando una disminución constante en su tasa de fecundidad. A pesar de los incentivos financieros y sociales, la población sigue envejeciendo y la cantidad de nacimientos sigue disminuyendo. Este patrón se repite en varios países desarrollados, donde la tasa de fecundidad está por debajo de la tasa de reemplazo necesaria para mantener estable la población.
Este cambio refleja una transformación en las prioridades sociales y económicas. El deseo de no tener hijos está más legitimado que antes, mientras que el alto costo de vida, la inseguridad laboral y las oportunidades de carrera también influyen en la decisión de formar una familia. Este fenómeno plantea preguntas cruciales sobre el futuro de la población mundial y los desafíos que enfrentarán las próximas generaciones en un mundo con menos habitantes jóvenes y una proporción creciente de personas mayores.